lunes, 8 de junio de 2009

11/6
STALKER
ANDREI TARKOVSKY
Basada en la novela de culto de los hermanos Strugatski, Stalker, segunda incursión en la ciencia ficción de Andrei Tarkovsky.
El prólogo del filme nos situa en un escenario post-nuclear, desolador y apocalíptico. Un paisaje hostil fotografíado mediante filtros de color sépia que confieren a las imágenes un monocromatismo cercano al blanco y negro.
La película toma como marco argumental el viaje de tres personajes a la Zona. Un viaje con fuertes connotaciones homéricas que, a partir de un esquema narrativo propio del cine de aventuras, se desarrollará durante la parte central y más extensa del film, permitiendo a Tarkovsky escenificar el conflicto expresado por las tres visiones del mundo, diametralmente opuestas, de sus protagonistas; un conflicto de raiz filosófico-religiosa que se verá reforzado por un tratamiento de la luz casi expresionista.
Del mismo modo que sucedía en Solaris con el océano, en Stalker el elemento fantástico está directamente relacionado con la Zona. Ámbos organismos funcionan como representación de lo otro, de lo desconocido; entes dinámicos que reciben y transforman según sus propias reglas. Pero, pese a eso, el catalizador último de su respuesta es siempre el hombre y es precisamente esa concepción humanista la que convierte a los dos lugares en mundos paralelos al nuestro.
El carácter mutable de la Zona es potenciado por una iluminación siempre cambiante que modifica, a cada instante, nuestra percepción del color y la materia. La fotografía acuosa, de bajo contraste, y el sentido pictórico de Tarkovsky destacan a la hora de componer planos de una fisicidad abrumadora y poseedores de un magnetismo altamente expresivo que transportan al espectador a una dimensión donde las texturas palpitan bajo el rumor de la naturaleza.
La música de Eduard Artemiev se fusionará con los ruidos del film creando una banda sonora hipnótica y perturbadora que acentúa la belleza enigmática de unas imágenes que jamás traicionan el misterio último de aquello filmado.
En un marco totalitario y aniquilador como el que presenta film la Zona constituye un valor peligroso ya que es un territorio donde la fe, entendida como elemento subversivo y liberador, es todavía posible. El verdadero drama de Stalker no es pues que ya nadie crea en la Zona sino que nadie la necesite.
Mediante un trabajo de puesta en escena verdaderamente singular que se beneficia de la toma larga, del tempo pausado y de la lentitud, exhaustiva y elegíaca, de los movimientos de cámara Tarkovsky compone un lamento sobre la pérdida de la inocencia del hombre y sobre su declive moral en un mundo que ha anulado su potencial espiritual. Ante este abismo la única esperanza permanecerá en la capacidad de sacrificio expresada por el amor incondicional de la esposa y el conocimiento sobrenatural de la hija.

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